Mujeres y política Soledad Jarquin Edgar - TIJUANA NOTICIAS

miércoles, 7 de octubre de 2009

Mujeres y política Soledad Jarquin Edgar

Sin Palabras

por Soledad Jarquin Edgar
Sin palabras. Lo que sucede en este México lindo y querido como en “mi Oaxaca lindo” no tiene forma de explicarse. Busquemos por donde busquemos es difícil hallar el punto de encuentro.
Por un lado, Felipe Calderón reconoce que 20 millones de mexicanos y mexicanas viven en pobreza extrema. Obvia decir que otros 40 millones sobreviven en las distintas formas de pobreza en que las y los estudiosos han dividido al fenómeno de la desigualdad económica.
En Oaxaca, los bolsillos de quienes laboran en el gobierno estatal empiezan a resentir un 10 por ciento menos a su ingreso que en sus planes de austeridad realiza el Ejecutivo, como la desaparición de algunos de los muchos elefantes blancos que operan en la burocracia estatal. El descuento representa mucho para algunos funcionarios, para otros no es nada. Pero el cierre de oficinas representa el desempleo.
En el gobierno municipal la clase política de oaxaquita linda, tiembla. Ha trascendido que el plan anticrisis iniciará con la reducción al 50 por ciento en los planes de telefonía celular y una sustantiva reducción en gasolina, servicios que se les pagan con nuestros impuestos, como si no fuera suficiente con sus salarios siempre privilegiados.
Por eso no se entiende cómo las y los diputados priistas y panistas (la mancuerna ideal) vuelven a cometer errores para no fallarle “al jefazo” como el aprobar un sueldo vitalicio para los magistrados, sin duda, eso se llama proteger la vida (financieramente) de los magistrados, tal y como lo hicieron con quienes aun no nacen, al reformar el Artículo 12 Constitucional.
En un acto de obediencia total, aprobaron que los magistrados del Tribunal de lo Contencioso Administrativo puedan ocupar el cargo durante 15 años y hasta reelegirse por un periodo igual, pero además amarrar su sueldo vitalicio al 100 por ciento, aún después de su jubilación. El problema es que estos sabios señores no ganan dos o tres salarios mínimos. No, por supuesto que no.
En Oaxaca un empleado gana 52 pesos por jornada de trabajo. Claro, dirán los empresarios, ningún empleado gana solo un salario mínimo. Está bien, digamos que en Oaxaca el grueso de las y los trabajadores obtiene dos salarios mínimos. Es decir, 104 pesos al día. En tanto que el magistrado presidente del TCA ganará al día dos mil 609 pesos y algunos centavitos más. La o el empleado oaxaqueño obtiene poco más del 3 por ciento de lo que gana al día el magistrado presidente, quien con esta bonita reforma ganará en un mes 78 mil 283 pesos 88 centavos, sueldo que alcanzaría para pagar más de mil 500 salarios mínimos (52 pesos por jornada).
Pero nada es extraño en Oaxaca y en este país, que Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, debió tomar el modelo para escribir Patas Arriba, escuela del mundo al revés, sólo por citar un ejemplo. No es extraño entonces que las y los diputados dictaminen como decimos las y los comunes mortales sobre las rodillas, detrás de lo que la gente demanda, como corresponde a un o una persona que se dice representante popular.
No es extraño tampoco la postura asumida en la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos de Oaxaca quien simple y sencillamente se negó a interponer la acción de inconstitucionalidad, facultad contemplada en el artículo 7 en sus fracciones V y XVII de la Ley de la Comisión estatal, como la vía idónea para echar abajo la reforma al Artículo 12 de la Constitución local que protege la vida desde el momento de la concepción. Más claro ni el agua, defender a la ciudadanía, jamás, menos los derechos de las mujeres. Ahí actúan por decreto y por mandato, exhibiendo toda clase de deficiencias.
No es extraño tampoco que las y los diputados desecharan el término feminicidio de la Ley que aprobaron meses atrás, según ellos para proteger la vida de las mujeres de la violencia de género. No es extraño pues que un fiscal y dos compinches suban a un vehículo a un joven en Tlaxiaco para abusar sexualmente de ella, mientras de otra víctima nada se sabe. Ni nadie se ha preguntado si estamos ante una red de trata de personas. No es extraño que la madre de Edenia, la joven que denunció a Luis Miguel Urbina Calvo, funcionario de la PGJE, haya recibido como respuesta un “ni se preocupara por su hija, que seguro se había con el novio”, cuando fue a denunciar que su hija estaba desaparecida.
No tendría entonces por qué causar tanta alarma la alianza entre el PAN y PRD en vísperas del próximo proceso electoral ni tendrían por qué existir tanto desgarramiento de vestiduras, sobre todo cuando en el Congreso local, existe una ya establecida entre el Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, capaz de accionar este tipo de “reformas” para proteger la vida antes de nacer o el porvenir de los magistrados de manera vitalicia. Ni modos, a mantener sabandijas.
Tampoco debe ser extraño que haya tanta inseguridad en Oaxaca, que echa por tierra toda clase ocurrencias, como Mi Oaxaca Linda, que promueve el gobierno de esta capital. Ni es raro que el agua “potable” llegue cada ocho o 15 días, según el caso. Que en algunas colonias, como en el siglo XIX, todavía no haya electrificación. O que tengamos la ciudad “patas arriba” por meses enteros.
Todo esto sin contar, el evidente pésimo servicio de transporte público de pasajeros que ya vimos sigue asesinando personas –ese sí es asesinato y no la interrupción legal del embarazo que han criminalizado- y frente a la impunidad, la gente simple y sencillamente reclama y, si se puede llamar así, toma la justicia por su propia cuenta, como sucedió en San Martín Mexicapam, cuando tras el homicidio de la señora Margarita García Valencia atropellada por un energúmeno chofer de transporte, incendiaron dos camiones o esas chatarras donde nos transportan con el permiso de la autoridad.
Durante mucho tiempo, la voz de la gente se ha hecho escuchar en los medios de comunicación. Reportajes y notas periodistas, así como varios cientos de artículos han sido elaboradas para plantear que el pésimo servicio público, esa vergüenza para la ciudadanía oaxaqueña que una y otra vez se hizo escuchar a través de los medios. Pero el dúo entre el poder político y el poder económico, atados por la corrupción, siempre hacen oídos sordos, por el contrario planeaban hace poco tiempo aumentar el precio del transporte. Vaya ocurrencia.
El resultado es lo que vimos esta semana. La imagen de un pueblo cansado de esperar la actuación de las autoridades y ante la nada, la masa actúa. La confirmación: la violencia institucional genera violencia ciudadana.
Otra cosa fuera si en Oaxaca en lugar de funcionarios “a modo” y al servicio de intereses ajenos a la gente, tuviéramos servidores públicos con conciencia y una legislatura menos agachada e ignorante, así como un órgano de derechos (in) humanos verdaderamente autónomo y con gente capaz. Pero eso es un sueño guajiro.
Lástima que en Oaxaca no haya una instancia que ayude a la ciudadanía contra los abusos del poder. Como sucede en Xoxocotlán, donde el alcalde Argeo Aquino se hace cómplice de los agentes de vialidad para golpear y sacar dinero amparados en el supuesto programa del alcoholímetro. Una pena por las y los ciudadanos, pero en Oaxaca esos abusos de poder seguirán existiendo en tanto no exista una instancia defensora de los derechos humanos. Como también sucedió en el municipio de San Pedro Coatlán, donde otra vez elementos de Ejército fueron acusados por los vecinos de saquear dinero y pertenencias, cuando entraron a las viviendas en la búsqueda de armas. Eso sólo pasa cuando la ciudadanía está en total indefensión de sus autoridades.
Ya sabemos que contra la influenza nada como la higiene y no enfermarnos depende en mucho de nosotras y nosotros mismos, quizá deberíamos saber que podemos aplicar la misma fórmula contra la arbitrariedad y el abuso.
Una amiga que visita Oaxaca me decía que siente mucha tristeza entre la población. Yo coincido con ella. Hay tristeza en Oaxaca.

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